Cirilo Vila Castro fue un pianista, compositor y académico nacido el 7 de octubre de 1937 en Santiago de Chile. Inició sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música a los siete años, egresando como Licenciado en Interpretación Musical con distinción máxima el año 1959. En la década siguiente realiza estudios de composición con el compositor Gustavo Becerra y dirección orquestal, composición y análisis musical en el Conservatorio Santa Cecilia de Roma y la Ecole Normale de Musique de París con diversos compositores, entre ellos Olivier Messiaen, Max Deutsch y Franco Ferrara. El año 1970 regresa al país y se incorpora como docente a la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, realizando una significativa labor y formando a gran parte de los intérpretes, compositores y musicólogos que actualmente juegan un rol protagónico en la escena musical del país. Como intérprete, destaca su labor como solista y formando parte de diversos ensambles, entre ellos el Ensamble Bartok, del que fue uno de sus fundadores, y los conciertos y festivales de la Agrupación Musical Anacrusa (1984-1994), en los que se desempeñó como pianista y docente. Con ambos proyectos, durante las décadas de 1980 y 1990 estrenó e interpretó un amplio corpus del repertorio contemporáneo chileno y latinoamericano.
Adicionalmente, Cirilo Vila desarrolla una importante carrera como compositor, aportando un interesante catálogo de obras en géneros tan diversos como música de cámara, coros, orquesta, solista y partituras para teatro y cine en más cincuenta años de trayectoria (ver catálogo en Torres 2005). Dentro de sus obras, destacan sus musicalizaciones de la lírica chilena, por ejemplo en el caso de Navegaciones (1976), basada en textos del poeta Vicente Huidobro y diversas obras en base a los versos de Pablo Neruda, además de su uso de títulos programáticos poéticos y sugerentes, como por ejemplo Tan solo sombras (1978), Rapsodia chilensis: una primavera para el profeta (1986) o …y una flor para esta y otras primaveras (1987). En su labor compositiva, Cirilo Vila reconoce de igual manera influencias de la historia de la música occidental que abarcan desde Bach, Mozart y Beethoven, pasando por los románticos – especialmente Robert Schumann, con quien Vila manifestara una especial conexión – hasta renombrados compositores del siglo XX como Claude Debussy, Maurice Ravel, Olivier Messiaen, Igor Stravinsky, Bela Bartók, Arnold Schönberg y Alban Berg, siendo Pedro Humberto Allende, Heitor Villa - Lobos y Alberto Ginastera, sus principales referencias en la escena latinoamericana (Torres 2005).
En relación a la experiencia musical y de acuerdo a lo consignado en una entrevista realizada por el musicólogo y académico Rodrigo Torres para la Revista Musical Chilena (Torres 2005), Cirilo Vila otorgaba especial importancia a la tradición cultural de la música y a la comunicación entre las personas, considerando a la música un vehículo apropiado para establecer conexiones entre los seres humanos, instancia que intentó transmitir desde la docencia y que indudablemente junto a su perspectiva reflexiva y crítica enriquecieron su rol formativo. En esto, el compositor y pianista reconoce una influencia de quien fuera uno de sus maestros, el compositor Gustavo Becerra-Schmidt.
De acuerdo al compositor Eduardo Cáceres, alumno de Vila, en términos formales destaca en su obra la importancia del timbre, la fluidez rítmica y el uso de la dinámica, así como su rigor, exigencia y apertura a otros tipos de músicas (Cáceres 2005), factores tendientes a la construcción de una estética personal. Igualmente, en un plano más personal Cáceres señala la importancia del carácter intuitivo y reflexivo de Cirilo Vila y su gran capacidad intelectual, lo que sumado a una actitud definida frente a la creación sustentaría lo que Vila denominaba “una línea pedagógica”. En ese sentido, y como lo reflejan los diversos artículos publicados por la Revista Musical Chilena 203 (2005) tras ser galardonado con el Premio Musical de Artes Musicales el año 2004, existe consenso entre quienes fueron discípulos de Cirilo Vila en cuanto a considerar al por ellos denominado “Maestro” como dueño de una especial capacidad para transmitir una determinada forma de entender la música desde su labor de formador integral y una gran capacidad para relacionar la disciplina musical con la sociedad, la historia y la humanidad, transformándose en un puente con el pasado desde una actitud comprometida. En ese sentido, las reducciones al piano de obras de gran formato que solía interpretar espontáneamente para ilustrar sus clases, se instalan como un verdadero sello de su labor formativa junto con el “dejar hacer” en el trabajo compositivo de quienes fueron sus alumnos.